martes, 29 de julio de 2008

Manuel Salvador Gautier: Dios en el Verbo, o, por qué acumular palabras en el diccionario

El ánfora del lenguaje. Temas y estudios lexicográficos
del Dr. Bruno Rosario Candelier

por Manuel Salvador Gautier
Ateneo Insular
26 de julio de 2008, Constanza

En los primeros párrafos de su libro El ánfora del lenguaje. Temas y estudios lexicográficos (1), en el ensayo titulado “Introducción. La palabra en su dimensión creadora”, el Dr. Bruno Rosario Candelier, Premio Nacional de Literatura 2008 y Director de la Academia Dominicana de la Lengua, justifica el predominio del lenguaje sobre las otras manifestaciones del hombre, basado en el primer libro de la Biblia, “Génesis”, donde Dios crea el universo con la orden “Hágase la luz”, y la luz se hizo. Es el concepto de un Dios antropomorfo que luego se hará hombre en la forma de su hijo, Jesús. Con la palabra, ese Dios crea universos, luz, todo lo que está sobre, dentro y alrededor de la tierra. Ese Dios da, también, al hombre la potestad de nombrar las cosas que Él ha creado, y así el hombre llama “cielo” al cielo, “agua” al agua, “relámpago” al relámpago. Es una potestad que el hombre aprovecha para realizar la más grande creación de su sensibilidad espiritual: el lenguaje. Porque no sólo con nombres se consigue la identificación de las cosas, hay que aunarlos a la acción, al hecho de que el hombre se mueve, actúa, y, por lo tanto, se hace imprescindible el verbo. Por otra parte, también es necesario describir, puntualizar esta acción; y con el verbo, viene otro requerimiento: el predicado, la identificación del asunto sobre el cual el nombre y el verbo actúan. Y así, queda formado el lenguaje. Un lenguaje, que según nos propone Rosario Candelier, es creador, no sólo por identificar las cosas, sino por actuar sobre ellas. Y no sólo por actuar sobre ellas, sino por pensar sobre ellas, por trascenderlas.

Rosario Candelier expresa: “La palabras es ordenamiento y vida, energía y poder: convoca al ser, anuncia su existencia, insufla el aliento que da forma y existencia a lo existente” (p. 1). De esta noción, podríamos inferir que sin el lenguaje las cosas no existieran, y es así: no existieran para el hombre, porque sin las palabras el hombre no podría comunicarlas a los demás y serían solamente visiones coyunturales de una experiencia aislada. Y es aquí donde entra la grandeza de la palabra, de su grandeza para el hombre. Pues es a través de la palabra que el hombre puede comunicarse con los otros hombres.

En algunos animales, la comunicación se hace con gestos; en otros, con olores; en otros más, con colores. El hombre lo apostó todo a la palabra, al lenguaje. Con la palabra incidió en los otros hombres; con la palabra creó para los otros hombres; con la palabra se organizó junto a los otros hombres; con la palabra peleó con los otros hombres. En un momento dado la palabra se convirtió en un impedimento a su superación espiritual, y, en la Torre de Babel, con la palabra, Dios aisló al hombre, obligando a cada grupo a usar un idioma distinto. He aquí la fuerza de la palabra. Rosario Candelier puntualiza: “Somos el soplo viviente que hace realidad el potencial que encierra nuestro aliento, de modo que el hablante puede hacer que las cosas sean como su designio sonoro y elocuente. Si Dios hace que las cosas sean, como dijera Pierre Teilhard de Chardin, si el Verbo hace realidad lo que nombra, el lenguaje canaliza la llama divina de la creación. Quiero subrayar y repetir esa afirmación. El lenguaje canaliza la llama divina de la creación. Por eso los escritores amamos el lenguaje, porque con él convocamos el poder creante que Dios insufló en nuestra sensibilidad profunda. La palabra se impregna de poder cuando la dotamos de amor, entusiasmo y un sentido humanizante y trascendente” (p. 4).

Con este concepto de la palabra, creativo y prodigioso, universal y espiritual, en su libro “El ánfora del lenguaje. Temas y estudios lexicográficos”, Rosario Candelier nos presenta un compendio de lo que constituyen los elementos más importantes de un lenguaje particular, el español, como ha sido establecido a través de los tiempos en su lugar de origen, España; como se difundió eventualmente en América y otros continentes; y como lo hablamos los dominicanos.
Sobre el título del libro, hay que aclarar que “ánfora”, para Rosario Candelier, tiene por lo menos, dos acepciones: el receptáculo interior de nuestro espíritu, donde subyace la palabra, o sea, “el Verbo encarnado en todo lo existente” (p. 4), y el atesoramiento, “en singular efluvio de aliento, gracia y luz”, de la genialidad de una estirpe. De aquí que en la mayoría de los ensayos que se presentan en el libro, el lenguaje será tratado con esta característica dual: la de la espiritualidad del hombre con la cual trasciende su naturaleza primitiva y la del legado verbal que adopta para dar a comprender esta espiritualidad (p. 4), o sea, la del cúmulo de palabras que se organizan con principios teóricos para la composición de un diccionario, en nuestro caso, el del idioma español.
Son muchos y variados los temas y estudios lexicográficos que aparecen en este libro. Sin embargo, los treinta y seis trabajos publicados pueden clasificarse en seis temas básicos. A continuación se desglosan estos temas:

PRIMER TEMA: LAS ACADEMIAS

En el primer tema el autor trata sobre la Real Academia de la Lengua Española y la Academia Dominicana de la Lengua, sus constituciones, sus objetivos, sus historiales y las demás informaciones que determinan su papel en el mantenimiento y salvaguarda del idioma español. En el caso de la Real Academia, del idioma español en el mundo de habla hispánica, y en el de la Academia Dominicana, del idioma español como lo hablan los dominicanos.
Sobre este tema, Rosario Candelier nos dice: “La Academia Dominicana de la Lengua (ADL), correspondiente de la Real Academia Española (RAE), se estableció en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, y desde su fundación comparte la misión que por mandato real le fuera consignada a la RAE y en tal virtud colabora en las tareas que realiza la Corporación de Madrid centradas en el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras para cuidar su esencia originaria, impulsar su desarrollo y alentar el cauce creativo del genio idiomático, asegurando su cohesión y su vigor” (p. 9).

SEGUNDO TEMA: EL LENGUAJE

En el segundo tema el autor trata sobre aspectos intrínsecos al lenguaje, tales como la expresión de conceptos a través del lenguaje, la sensibilidad y creatividad en los cuales el hablante (o escritor) debe imbuirse, y la organización de este lenguaje para darle características de prosa o de poesía. Se analiza el lenguaje de la creación poética en general y, más especializado, el lenguaje de la lírica mística. Se particulariza sobre el lenguaje de la mujer en la creación poética.
Sobre este tema, Rosario Candelier nos dice: “El lenguaje es la expresión de la sensibilidad, que en tanto potencia para sentir y expresar lo que captan los sentidos, concita la creación que da cuenta de cuanto atrapa la intuición. Por tanto hay un estrecho vínculo asociativo y operativo de correspondencia y creatividad entre el arte de la palabra y el genio de la intuición.
“Partiendo del criterio de que el hablante expresa lo que piensa mediante la expresión de conceptos, que los poetas traducen en imágenes, esa manera de expresarse establece una distinción entre la comunicación discursiva y la poética, dos vertientes fundamentales de la producción lingüística” (p. 43).

TERCER TEMA: EL USO DEL LENGUAJE POR ESCRITORES EXTRANJEROS

En el tercer tema el autor trata sobre el lenguaje utilizado por personajes literarios e históricos en España y América Latina. Con una visión muy singular, se analiza el Diario del Almirante Cristóbal Colón, y se propone que la lengua es utilizada por éste para convertirla en alcahuete del Imperio Español. Considera el lenguaje utilizado por Cervantes en El Quijote como factor integrador del idioma español. Propone que, en La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca enseña que nuestra actitud modifica la percepción de la realidad. Pondera el desarrollo de la conciencia lingüística que aparece en la obra de Gabriel García Márquez, con la “valoración de la lengua como instrumento de representación, de expresión y de creación literaria” (p 350).
Sobre la trascendencia de El quijote en la lengua española, Rosario Candelier nos dice: “…la prosa novelística de Cervantes ha figurado en la estimación de escritores y filólogos de España y de Hispanoamérica, así como de otras lenguas y culturas, como la más cabal narración reveladora del sentido de los hispánico, desde la gestación de la lengua, expresado en la caracterización de sus tipos y personajes, en la descripción de las circunstancias de la vida humana, social y cultural de la época, en la confrontación de propuestas e ideales mediante recursos ironizantes y la ponderación de aventuras y pasiones. En sus reflexiones derivadas de profundas intuiciones, con parlamentos sobre asuntos concernientes a los príncipes o gobernantes o en planteamientos sobre el mundo de las letras y de las armas, tan propio de su tiempo, aflora el escritor consumado, el purista del lenguaje, el prosador elocuente que hace de la palabra y del saber una presencia representativa de la cultura humanística y renacentista de la época” (p. 98).
También señala: “La literatura se nutre de hechos y vivencias y por tal razón es una valiosa fuente para conocer la realidad, la pasada y la presente, la cercana y la lejana, la real, la imaginaria, la trascendente. Las obras literarias de Miguel de Cervantes, Pedro Calderón de la Barca y San Juan de la Cruz se corresponden, sucesivamente, con esas tres variantes de la realidad y nos proporcionan una descripción, una interpretación y una valoración de los rasgos caracterizados para que accedamos a un nivel de comprensión más vasto y profundo” (p. 111).

CUARTO TEMA: EL USO DEL LENGUAJE POR ESCRITORES DOMINICANOS

En el cuarto tema el autor trata sobre el lenguaje utilizado por personajes literarios e históricos dominicanos. A Pedro Henríquez Ureña, lo propone como paradigma intelectual de las letras dominicanas (p. 115). Sobre Joaquín Balaguer, estima que inaugura la crítica retórica en nuestras letras (p. 126). De Rafael González Tirado entiende que su preocupación por la etimología de las palabras indica que ha desarrollado una conciencia lingüística notable (p. 151). Sobre las plagas del español dominicano, señala una serie de usos viciados que hacemos los dominicanos y que debemos corregir (p. 293), lo cual no impide que usemos el español “dominicano”, como propuso Henríquez Ureña.
Precisamente, sobre este aspecto Rosario Candelier nos dice: “…Pedro Henríquez Ureña reflexionó sobre el destino de nuestras letras y entendió que debíamos hallar nuestra propia voz, fundados en el hallazgo de la intuición, en nuestro tono distintivo y en la particular estimativa de nuestras esencias, nuestras percepciones y valoraciones para potenciar y promover los más altos valores literarios, estéticos y espirituales de la lengua y la cultura de Hispanoamérica” (p. 115).

QUINTO TEMA: LEXICOGRAFÍA

En el quinto tema el autor hace comentarios lexicográficos sobre los diccionarios de la RAE y de otras proveniencias. Lo hace sobre la última versión del Diccionario de la Real Academia Española, y sobre los otros diccionarios editados recientemente por la RAE: el Diccionario Panhispánico de Dudas, el Diccionario del Estudiante, el Diccionario Práctico y el Diccionario Esencial. También hace comentarios lexicográficos al Diccionario del Español de Nicaragua, de Arellano, y al Diccionario jurídico para médicos de Roberto J. Adames.
Rosario Candelier es un crítico severo del descuido que, en la actualidad, se evidencia en el uso del lenguaje por los dominicanos. Nos dice: “Es una realidad incuestionable que entre los hablantes dominicanos se aprecia un deterioro de la lengua española, como consecuencia de una deficiencia general que engloba a toda la sociedad en la estimación y la aplicación de valores y principios, en la desidia para el cultivo del espíritu, en la indiferencia para las actividades del pensamiento y la creatividad, de manera que el escaso desarrollo de las actividades intelectuales y espirituales se refleja en la lengua misma… La descomposición social que se manifiesta en el comportamiento indigno —mediante hechos delictivos, tráfico y consumo de drogas, corrupción administrativa…—se manifiesta, en el ámbito de la lengua, en la suplantación del buen decir por términos y expresiones vulgares y soeces, entre otras señales de pobreza léxica, impropiedad semántica y torpeza expresiva, que testimonian una baja estima por nuestro sistema lingüístico y consecuentemente por los valores humanísticos y las virtudes superiores del espíritu” (p. 232).
Es una advertencia que debemos tomar en serio para buscar la manera de enfrentar el problema.

SEXTO TEMA: LITERATURA INFANTIL

En el sexto tema el autor trata sobre la literatura para niños y adolescentes. Rosario Candelier enfoca dos casos. En el primero, presenta la obra Signos ortográficos para ti, de Chiara Giuntoli, en el cual la autora reúne las nociones fundamentales de ortografía para que “los interesados puedan satisfacer su curiosidad intelectual al estudiar y consultar un libro de índole gramatical” (p. 157). En el segundo, profundiza sobre “El lenguaje de la literatura infantil. Arte de la poesía y ficción para niños”.
Sobre esto último, Rosario Candelier nos dice: “La literatura escrita para niños tiende un puente para que el infante se asome al mundo imaginario desde la escritura y conecte su capacidad de fabulación con las aventuras imaginarias que habrán de empalmarlo, finalmente, con la misma realidad” (177).
“El niño tiene una fantasía singularmente viva y, en correspondencia con su temple imaginativo, se hunde en la ficción como en sucesos reales, cautivados por las garras de la fabulación a la que se entrega gozosa, lúdica, amorosamente. El creador de textos de poesía y ficción concebidos para niños ha de fundar su obra en esos presupuestos para que su creación satisfaga su cometido final” (p179).

COMENTARIO FINAL

Es importante señalar que en pocas ocasiones, tenemos la oportunidad de leer y examinar un conjunto de estudios que demuestran la importancia de nuestra lengua y la manera en que la usamos (o la atropellamos). Con esta obra se evidencia que la lexicografía no es un tema solamente para estudiosos metidos en habitaciones forradas de libros, sino un hecho palpitante, que nos convoca a participar en un enfrentamiento con una posibilidad perturbadora: la desaparición de la lengua española como la conocemos al día de hoy.


(1). Rosario Candelier, Bruno. El ánfora del lenguaje. Colección “Por las amenas liras” no. 4. Primera edición, 2008. Academia Dominicana de la Lengua. Santo Domingo, República Dominicana.

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