martes, 18 de marzo de 2008

Nataniel Santana: Poemas

A los peregrinos que todos los 4 de octubre visitan el cerro de San Francisco de Asís en Bánica.

“Me voy con San Francisco
aunque me duelan los pies
voy a buscar la limosna
que San Francisco me dé…”

Salve popular, Anónimo
.
Esperanzado en lo alto,
subo tras un sueño
con mis penas a cuestas.
Me alienta creer
que me acompañas en cada paso.
Atravieso dificultades entre piedras.
Al final de la colina
me descansa tu acogida.
Llego y te canto
con la música de mi ultimo esfuerzo.
Postrado a tus pies
desapareces mi tristeza
encendida en una cerúlea que me guía.
Con una gota de ternura
la alegría me devuelves.
Tiño una sonrisa agradecida en mi rostro.
Bajo más tranquilo,
con la promesa de volver
y corresponder a tu amor sin límites.
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ESPERA
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Se pierden los días,
las noches de vueltas en vela,
acecho eterna de la llamada ausente
que procura tu nombre.
_____________________________________________
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ESTHER
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“No pidió Esther adornos mujeriles…
Porque era de extremada hermosura e increíble belleza…
El rey quedó prendada de ella más que de todas las mujeres…”

La Biblia, Esther, cap 2, 16-17


Y no necesitó más
que sus espejos esmeraldas,
sus elevadas reflexiones
envueltas en hilos dorados
para eclipsar el encanto de la luna,
para que las olas adoptaran
el eco de su alegría.
Y no me bastó más
que su arco iris de colores
aroma a flor campestre
para con mis alas rotas
arrojarme en su seno
como un ave perdida
que desciende sobre su nido.
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Poemas de Gahston Saint- Fleur



I

Sangra la Tierra y nadie llora
La degüellan como un ovejuno en el matadero
Mezclada con el sudor de los verdugos
Y el rojinegro del hombre
Cuela y cuela… la sangre
Manchando a almas y corazones.
Del Norte al Sur
Del Este al Oeste
Se expanden víctimas y verdugos
Pronto seremos jodidos todos.
Crece el hombre
Y se reduce su humanidad
La tierra se queda huérfana
Abandonada a su suerte
Como un niño haitiano en las calles de Santo Domingo.

II

Ya no tenemos una iglesia que, beata,
Nos pueda ilusionar con el más allá.
El Estado está en mal estado.
El Mercado, ciego y desalmado,
Aun sin ser garante de nadie ni de nada,
Nuestro único guía y fuente de inspiración.
Los apellidos están desautorizados
Cada quien enfrenta con su nombre
Los retos de salir del marasmo
Y permanecer a flote.
El hombre se reduce a su pésima condición:
SOLO.


III

Late el corazón
Se hinchan los pulmones
La gente come y bebe dándose placeres
Y la esperanza cada vez más se aleja
Como el sol en el atardecer.
Ya nadie tiene visiones.
Vivimos en un mundo de gente sin apellido.
Un mundo circular
Donde izquierda, derecha
Frontal o trasera
Todos se turnan según la posición.
Y los del centro apretaron los dientes
Mordieron su pulgar los mayores
Pero ya el campanero tocó
Listo o no, el entierro va
Cada quien con su cadáver a cuestas
Y la tierra, lastimada y en lágrimas
Se abre para recibir lo que entregó con tanto gusto
¡Adiós a la vida!
¡Adiós hombre!

IV

¿Quién escuchó mi opinión respecto a nuestra venida aquí?
¿Quién me preguntó si crecer en hombre quise o no?
Quién está, está por imposición.

El medio es “schola prima”.
Para crecer como ellos,
Ser lo que son, aunque en algo me han permitido distinguirme,
Me pusieron en un medio lleno de extraños seres
Que después me enseñaron que eran hombres;
Bien que más tarde, pude cerciorarme de que,
Esta denominación corresponde a una expresión potencial.

Y cuando empezaron a dejarme expresar mi voluntad
Comenzando yo con morder los senos de mi madre
A llorar para que me atendiera sólo a mi
Dejando todo lo demás, incluso a lo que me fuera útil,
Y todas las demás expresiones posteriores de esta índole,
Tan sólo expresaba una voluntad terciaria
La cual de hecho no era mía
Estando contemplada ya en la de otros que actúe yo así
Al perder las dos expresiones de voluntad anteriores
Perdí también el sentido de la expresión de la voluntad propia
Sabiendo que “nadie puede estar libre dentro de un círculo cerrado”.

V

Somos la Tierra donde nacimos.
Alta, con cumbres y bajadas,
Ríos, riachuelos y arboladas.
La calvicie de nuestros montes,
Nuestro vacío humano.
A cada arbolito caído,
Una parte del corazón se destruye;
Cada río que se seque,
Una vena cortada (en nuestro cuerpo)
Un hombre cae
Y la Tierra se va pedacito por pedacito.
Haitianos,
Haitianas,
Nos hemos vaciado de nosotros mismos,
De lo que el hombre fue,
El séptimo Hombre.

Pero vamos a volver a sembrar árboles,
Nuestros corazones se reverdearán.
Volveremos a hacer el amor con nuestras mujeres.
Tendremos hombres y mujeres llenos de lo que nuestra Tierra es;
Volveremos a ser presencias que presencian...

Nosotros, somos de la Tierra donde nacimos.
Somos la Tierra que nos preñó y nos dio a luz.
Nuestra piel se trenza de su polvo,
Sus montes,
El rincón inexplorado de nuestro corazón de haitiano.

Gaston Saint-fleur, (Bois-de-Laurence, Haiti, 1973). Educador, poeta y ensayista. Posee una Licenciatura en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y una Maestría en Relaciones Internacionales y Servicios Diplomáticos por la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), así como una maestría en Educación, mención gestión y docencia universitaria por la referida Universidad. Es Coordinador de Programas humanitarios y de Desarrollo Integral en las hermanas Repúblicas Dominicana y de Haití, con “Haitian People’ Support Proyect (HPSP)”, una Organización No Gubernamental con asiento en Nueva York, EEUU. Durante su gestión, en colaboración con Pierre Leroy fundador y presidente de HPSP en New York, conjuntamente con el equipo distribuido en ambos lados de la Isla Española, ha facilitado el intercambio entre jóvenes haitianos y dominicanos de ambos lados de la isla, en programas de corta y mediana duración, además de programas de becas a nivel universitario a beneficio de los jóvenes de los dos países. Es editorialista de la revista Machette en Montreal, Canada, también es miembro del Círculo Literario El Aleph en la República Dominicana y del Grupo Literario Franklín Mieses Burgos del Ateneo Insular. Ha ganado el premio Bon Nouvèl de Poesía en el año 1998 en Haití. Sus textos han sido publicados en la Revista del Círculo Literario El Aleph, así como en diversas páginas virtuales de literatura.
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lunes, 17 de marzo de 2008

LEÓN DAVID: Poesía Mística del Interiorismo



Bruno Rosario Candelier recopila en esta su reciente producción, obras maestras del género lírico dignas de codearse con las creciones gloriosas.

Bruno Rosario Candelier, docto representante de las letras criollas cuyo crédito intelectual nadie en los pagos de la cultura dominicana tendría la osadía de escatimarle, acaso movido por la amistad sincera con la que siempre me ha favorecido, hizo cuenta –--error en que suele incurrir un corazón generoso- de que mi pluma, harto descaecida y siempre remolona, era capaz de amonedar sobre la sufrida inocencia de la cuartilla dos o tres reflexiones no del todo descaminadas en torno a su más reciente publicación, que lleva el título de Poesía, mística del interiorismo y el subtítulo de Antología de la lírica teopoética y protomística, obra con la que este conspicuo escritor mocano, una vez más, ofrece irrecusable testimonio de la vigencia, pujanza y virtudes de la creación poética de inspiración mística entre los numerosos cultivadores, extranjeros y nativos, de dicha modalidad expresiva incorporados al Movimiento Interiorista, agrupación literaria que Bruno creó, orienta y dinamiza con infatigable voluntad y que, en marcada contraposición a otras muchas corrientes literarias de vida efímera y escasa incidencia cultural en los predios vernáculos, no sólo ha dado, contra el agorero pronóstico de la envidia y la maledicencia, prueba palmaria de perdurabilidad, sino que, según es de ver, para galardón y solaz del espíritu que rinde parias a la belleza, nunca se ha mostrado tan viva, variopinta y floreciente como en los días que corren.

Antes de condescender al enjuiciamiento de los textos recogidos en la antología que el amigo Bruno acaba de retirar de los Talleres de Editora Búho de esta capital dominicana, -enjuiciamiento delicado y riesgoso al que con atolondrada precipitación accedí-, quisiera vindicar, así sea a humo de pajas, el arrojo que importa defender contra viento y marea los valores medulares del humanismo que la poesía y la mística rescatan en esta ofuscada época que si de algo adolece es de trivialidad, intrascendencia y desamor, época canija a la que, dando muestra de incorregible parvedad imaginativa, hemos insistido en conferir el calificativo de “posmoderna”.

¿Quién, en efecto, se interesa en los umbrales del tercer milenio por la poesía? ¿Quién es el anticuado lector que al filo del 2008 se empecina en alimentar el alma con las palabras deslumbradoras de los maestros de la sabiduría universal?... ¿Poesía, y para empeorar las cosas poesía mística?: ¿Con qué se come eso en tiempos de desoladora frivolidad y total descreimiento como los que nos ha tocado padecer, cuando el hombre, mutilada su esencia numinosa, cercenada su creatividad, desvirtuada su inteligencia, entumecida su sensibilidad estética y apagado el fuego devorador que vuelca el ánimo hacia lo trascendente, noble, grande y perenne, cuando el hombre, repito, así vaciado de entidad y sustancia se deja seducir por los rutilantes abalorios de una civilización que promueve la estupidez, fomenta el envilecimiento, atiza las más torpes manías y da pábulo a toda suerte de aturdimiento, ceguera y obcecación?

Optar por los añejos prestigios de la poesía mística con la mira puesta en desbastar la humana condición es programa que a la altura de un siglo XXI horro de pródigos ideales colectivos no dejará de ser reputado infuncional y utópico o, si así preferimos, conmovedoramente quijotesco; opinión esta que, a las primeras de cambio, tiene viso de andar en tratos con la verdad, habida cuenta que a nadie con dos dedos de frente podrá ocultársele el hecho de que en un mundo que exalta la fealdad y se complace en la plebeyez, donde los que gustan de la vera poesía constituyen una minoría insignificante de la población, proponer a guisa de panacea la difusión y práctica de un lirismo de superior cariz y luminosa tesitura espiritual, luce (por mucho que sea el poder regenerador que estemos dispuestos a conceder al poema) remedio que condice con la ilusión y el sueño antes que con la cruda y monda realidad. No diera ciertamente la impresión de que se equivocan quienes, apelando al sentido común, sostienen que pretender redimir la sociedad de los hombres de sus lacras mediante la palabra poética de cósmica raigambre visionaria es ingenuidad de a libra; pues, ¿no conlleva dislate o alucinación suponer factible la recuperación del género humano por obra de las voces y pensamientos de un minúsculo cónclave de cultores del Misterio que la efusión lírica expresa y atesora? ¿Cómo podría el canto del aedo contribuir a mejorar la vida de millones de almas que vegetan en el desamparo y la abyección cuando ni siquiera son estas capaces de imaginar que existe el salutífero poemario?

Cierto: cubrir con el manto del desprecio y el ridículo la ambiciosa empresa de perfeccionamiento humano que a través de la creación literaria llevan a cabo los autores afiliados al Movimiento Interiorista es, desde la perspectiva del hombre común y corriente, nada propenso al ahondamiento introspectivo ni a estremecimientos de metafísico tenor, asunto de coser y cantar…Y no va a ser grano de anís demostrar que importa error descomunal desentenderse del explosivo poder de la palabra cuando, vivificada con el aliento de la poiesis, -nueva, reluciente, esplendorosa-, consigue trasuntar los arcanos estupores de nuestra entrañable y gloriosa plenitud. El torpe que se empecina en ignorar la portentosa fuerza de una visión profética que en prístino lenguaje encarna y se desvela, no ha asimilado la más definitiva lección de la historia, la que suele compendiarse en la sentencia, sabia por demás, de que a la larga una simple idea henchida de alboradas es capaz de abrirse paso y de triunfar con harta mayor eficacia que el disciplinado batallón de un ejército. La harina es mucha, poca la levadura; pero ese poco basta para que crezca el pan; la débil llama de un candil rompe la más impenetrable oscuridad en mil pedazos y, aunque se extiende sobre inmensos espacios la tiniebla nocturna, puede esa luz huérfana y solitaria ser percibida a innumerables kilómetros de distancia; la semilla es pequeña, enorme el árbol.
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SANTIAGO ALMADA: Antología de poesía Mística del Interiorismo.

El doctor Bruno Rosario Candelier, catedrático, lingüista y titular de la Academia Dominicana de la Lengua, es también el creador del Movimiento Interiorista y del Ateneo Insular, orientadores ambos de un tipo de poesía que se caracteriza por una constante búsqueda de la perfección del alma y de un diálogo con la belleza como serena expresión de la voz de Dios. La poesía del movimiento interiorista se caracteriza precisamente por la profundidad de su lenguaje y por el elevado discurso de los poetas, que se acercan a través del entretejido de palabras a la máxima expresión de la pureza, del amor espiritual, incluso a la presencia de la divinidad en los seres y las cosas.

El sentimiento místico es precisamente un alejamiento de las cosas materiales en lo que tienen de apariencia exterior para solazarse en la belleza que anida en lo profundo, la poesía se convierte entonces, más que en un ejercicio de la estética, en un camino de trascendencia, semejante al destino que buscaban los anacoretas y los ascetas para encauzar un diálogo profundo con la creación, desde sus más portentosas manifestaciones hasta la más modesta y humilde forma de los vegetales, del agua, de la luz y de la sombra como manto que envuelve el instante de la oración.

Poesía mística del Interiorismo se inscribe así en la serie de volúmenes que el Ateneo Insular da a conocer con cierta regularidad, en este caso se trata de una antología que incluye datos biográficos y selecciones de poemas de autores extranjeros como Juan Miguel Domínguez, Teodoro Rubio, Gonzalo Melgar de Corral y María del Carmen Soler, por citar solo algunos. En los capítulos correspondientes a los autores dominicanos inscriptos en este movimiento aparecen poemas de Freddy Bretón Martínez, Tulio Cordero, José Frank Rosario y Juan Francisco Barranco, entre otros.é Frank Rosario y Juan Francisco Barranco, Valentín Amaro entre otros. En el primer capítulo del libro el doctor Bruno Rosarioo Candelier hace una breve introducción a la orientación espiritual y estética del movimiento interiorista, en la que explica algunos de sus principios, como la el sentido místico, el sentimiento de la belleza como vínculo con lo divino, la identificación con la expresión estética, cósmica y mística de lo viviente.

En esta época, que el poeta Juan Gelman define como "tiempos tan antipoéticos", no deja de ser una verdadera caricia para el espíritu la noticia de que un grupo de poetas apuesta a la belleza, a la trascendencia, a la búsqueda de la divinidad en todas sus manifestaciones, lo que de por sí constituye una demostración de que la poesía, por su relación estrecha con lo divino, es también una expresión de la inmortalidad.
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